Diez años
de prisión más la inhabilitación por igual tiempo de su matrícula profesional
de médico, tal fue la condena que la querella de Abuelas pidió hoy en su
alegato para Juan Carlos Lavia, el apropiador de la nieta restituida Florencia
Laura Reinhold Siver. Para Serafina Susana Marchese, su esposa, el pedido fue
de ocho años, mientras que al médico amigo de Lavia que firmó la partida de
nacimiento falsa, Vicente Francisco De Luca, los abogados de la Asociación pidieron seis
años y seis meses más la inhabilitación por diez años de su matrícula.
Los
letrados Alan Iud y Pablo Lachener leyeron el alegato. “La defensa, en este
juicio, se ha limitado a esgrimir un supuesto desconocimiento del origen de
Florencia Laura. No ha sido original la estrategia en ese sentido”, afirmó Iud.
Acto
seguido, ambos detallaron el secuestro de Marcelo y Susana en base al relato de
los testigos. Marcelo fue secuestrado junto con un amigo en Entre Ríos y
Belgrano, en la
Capital Federal, y Susana en la casa de los Reinhold en Haedo,
circunstancias referidas además por la sobreviviente de la ESMA Sara Solarz de
Osatinsky.
Desde su
cautiverio, Marcelo pudo hacer una llamada a su familia. Uno y otra fueron
detenidos clandestinamente en la
ESMA, sometidos a torturas. Susana finalmente fue trasladada
para dar a luz. El médico que la atendió decidió que lo hiciera por cesárea en
el Hospital Naval, al término de la cual Susana y su hija fueron llevadas de
nuevo a la ESMA
y allí permanecieron unos 15 días. En este lapso, a Susana le hicieron escribir
una carta para su familia que nunca llegó a destino, en tanto que Florencia
Laura tardó 33 años para recuperar su identidad.
Sara
Osatinsky recordó que no fue un parto normal, sino que le tuvieron que hacer
una cesárea y que Susana y su beba permanecieron en la pieza de las
embarazadas. Sara pudo reconocer a Susana por una foto que le mandaron a
Ginebra, a donde la sobreviviente se había exiliado luego de liberada.
El parto de
Susana fue resonante en la ESMA
porque coincidió con el asesinato de Norma Arrostito. Otra sobreviviente, Lila
Pastoriza, recordó que conoció a Susana el día que la llevaron a la ESMA. Otra, Alicia
Tokar, también relató el parto y recordó que apodó a su beba “Lauchita” porque
era chiquita. Y recordó al represor Héctor Febrés llegando con un moisés muy
lindo para la nena, lo que le dio la pauta de que sería entregada a una familia
importante.
La búsqueda
La querella
de Abuelas continuó el alegato precisando que, luego del secuestro, las
familias Reinhold y Siver hicieron todas las gestiones posibles para encontrar
a Marcelo, Susana y Laura. Sentían desesperación por no saber dónde estaba la
beba. Nadie les supo dar noticias de ninguno de ellos. En el transcurso de esta
búsqueda, Adriana Reinhold recordó que su padre en 1978 recibió una llamada
anónima diciendo “felicitaciones, usted es abuelo”.
Una vez
confirmado el parto, la familia desesperó aún más. Angustia, ansiedad por no
saber el destino de la niña. Las familias se acercaron a Abuelas de Plaza de
Mayo y dejaron sus muestras en el Banco Nacional de Datos Genéticos.
Florencia
también hizo su camino personal en esta búsqueda. Ella, durante su declaración,
se refirió a una conversación que tuvo a los 21 años con su apropiador Lavia en
la que éste le dijo que había posibilidades de que fuera hija de desaparecidos.
A
Florencia, después, cuando ella misma quedó embarazada, la perturbó mucho la
idea de que le pudieran sacar a su hijo y cayó en la cuenta de que ella había
tenido una mamá y un papá. Más tarde, aportó su muestra al BNDG y en 2011 pudo
saber su origen y conocer a su familia legítima.
Para
Florencia fue shockeante ver el parecido físico con sus padres. A su tía
Adriana lo primero que hizo fue acariciarle los rulos. Y poco a poco fue
reconstruyendo la historia de sus padres, su militancia, su secuestro, y este
juicio, según dijo Florencia, también es parte de esta reconstrucción.
Los hechos
Quince días
después del parto de Susana Siver, el médico naval Aldo Chiappe le entregó la
niña a Lavia y su mujer. El 10 de febrero de 1978 el matrimonio la inscribió
como hija propia y nacida en domicilio. La inscripción fue ejecutada por Lavia
pero fue avalada por su esposa y su amigo De Luca aportó su firma. Los
imputados continuaron reteniendo a la niña hasta el día que el BNDG confirmó
que en realidad era la hija de Marcelo y Susana.
“A Chiappe
es el propio Lavia el que lo puso en escena”, puntualizaron los abogados de
Abuelas. Ambos compartían trabajo en la clínica de la UOM de Haedo y la
participación de Chiappe en el terrorismo de Estado está suficientemente
demostrada.
Los Lavia
siempre fueron concientes de los hechos. Desde el principio supieron que podía
ser hija de desaparecidos. Por la guardia, Chiappe y Lavia compartían 24 horas
cuatro días al mes. En este marco Chiappe le ofreció a la niña, que se la
entregó en la calle en la zona de Belgrano.
Posteriormente,
Lavia tuvo “terror” de lo que le pudiera suceder a él y a su mujer –tal como
dijo en la etapa de instrucción–, por las sospechas de que ella pudiera ser
hija de desaparecidos. Incluso contactó a Chiappe y éste le reiteró la historia
de que había sido abandonada.
Hacia el
82, Lavia vislumbró concretamente que la niña podía ser hija de desaparecidos.
¿Por qué aceptó a una niña entregada en la calle? Él conocía las prácticas
hospitalarias, está formado, instruido. Tampoco pudo dar cuenta de una sola
gestión que hayan hecho para adoptar, tal como dijo que querían hacer. Lo que
queda claro es que Lavia y Marchese decidieron callar.
La versión
de Lavia de su diálogo con Chiappe se cae por su propio peso. Hay elementos
para que se juzgue la conducta de Lavia como un delito de lesa humanidad. Hubo
una ceguera voluntaria. Sacó ventaja por motivos personales. Los imputados se
negaron a confirmar lo que sospechaban. Lavia era conciente de que su conducta
delictiva sacaba provecho de la desaparición de los padres de Florencia Laura.
Lavia y Marchese guardaron silencio 21 años. Este enfoque no es novedoso. El
TOF 4 lo aplicó en el caso Baca-Mariñelarena. Casación viene receptando este
criterio también.
Tanto Lavia
como Marchese estaban en condiciones de saber lo que estaba pasando en la
dictadura. Y más en democracia. Nadie le pide que se autoincrimine, sino que pusiera
fin al delito.
La
intervención de De Luca es menor. “¿Florencia es la nieta 105?”, le preguntó
cuando se vieron con Lavia. Evidentemente, De Luca también se había
representado hacía muchos años la posibilidad y a él, por tanto, aplica también
la doctrina de la ceguera voluntaria.
Esto fue
una desaparición forzada de persona y no hace falta indagar en si los imputados
conocían el origen previo de la niña. La retención culminó el día que se develó
la verdadera identidad de la víctima, y en esto no hay diferencias entre De
Luca, Marchese y Lavia.
“La
responsabilidad de dictar sentencia es de ustedes, los jueces. Fue la propia
Florencia la que dijo que la
Justicia debe determinar la responsabilidad de los Lavia”,
concluyó el abogado Alan Iud, poniendo en alerta al tribunal para que con su
fallo no revictimice a la víctima.